miércoles, 19 de junio de 2019

Visita al Museo del Prado




A veces pareciera que se puede definir un museo de arte en base a sus obras más famosas y reconocidas, o a sus autores más famosos y excelsos, y nos olvidamos de todas esas pequeñas obras y autores que, si bien poseen una cualidad y características innegables, son pasados por alto u observados como propios de un orbe artístico menor.


En mi último rondo por el Museo del Prado tomé nota de varias obras que no son muy conocidas fuera de los círculos de apasionados del arte, y que menos aún suelen ser promocionados como insignia del museo. Algunos autores, como Goya, son de sobra conocidos, pero en ocasiones poseen ciertos cuadros o colecciones que se han hecho célebres a expensas de que otros, no menos importantes, quedaran en la sombra. (Hablando siempre en términos de profanos que visitan de vez en cuando galerías de arte, claro está.)


                Para empezar, tenemos aquí una obra de David Roberts, el pintor romántico de Edimburgo que tanto gustaba representar paisajes egipcios y españoles. Se titula “El castillo de Alcalá de Guadaira” y es un trabajo que me llamó mucho la atención cuando la vi. Obviamente es un paisaje romántico, y ese dorado crepúsculo, el río con sus reflejos del atardecer, el humillo de las casitas, la vegetación y las ruinas configuran una poderosa imagen de serenidad. De alguna manera, pareciera incluso una estampa de algún pasaje de Tolkien.




Os dejo aquí esta otra, más naturalista pero igual de bonita, que no se halla en el Prado. Es el pueblo de Ronda.




          Esta otra obra, en la que se retrata a Santa Catalina de Alejandría, me ha gustado mucho. Es un cuadro de Fernando Yáñez de la Almedina, pintor renacentista español (introductor del arte quattrocentista en Valencia y Castilla La Nueva y conocedor de la pintura de Leonardo Da Vinci).



                Santa Catalina, que fue martirizada en una rueda con pinchos por su adhesión al cristianismo, es representada aquí con una gran serenidad. La santa parece casi una niña distraída jugueteando con la espada (símbolo de ejecución), segura en su fe y sin miedo ante su destino. Esa expresión suya, junto con el fondo monumental y su bella vestimenta de símbolos cúficos, constituye lo que es para mí la mejor representación de esta santa que he visto hasta la fecha.


                En este trabajo de díptico, obra de Jenaro Pérez Villamil, gran paisajista, lo que me llamó la atención fue que dedicara un cuartel pictórico a la catedral de Oviedo, reconocible fácilmente por su única torre. Muy curioso. A ver si dais con ella.



                Aquí tenemos un cuadro donde aparece la mágica montaña de Montserrat y justo delante el gran filón de Roca Dreta, obra del pionero paisajista catalán Luis Rigalt. Me parece un paisaje soberbio, casi propio de lugares de Norteamérica como el Monument Valley.




                De un bruselense enamorado de los Picos de Europa tenemos aquí un cuadro paisajista brutal y tan realista como de reales pueden ser los Picos. Es la Canal de Mancorbo, de Carlos de Haes, Impresionante.




                Copio aquí una cita suya que dejó para la posteridad : “el fin del arte es la verdad que se encuentra en la imitación de la naturaleza, fuente de toda belleza, por lo que el pintor debe imitar lo más fielmente posible la naturaleza, debe conocer la naturaleza y no dejarse llevar por la imaginación”.


                Éste cuadro, “Santa en oración”, es de Joaquín Sorolla, más conocido por otras obras. A mí me ha captado el interés en gran manera por su halo misterioso y de mística dignidad. El disco tras la cabeza de la santa (¿Santa Clotilde?), superpuesto a una especie de cuadro que alberga dentro un círculo de negro absoluto, me evoca la luna sobre la noche. Hay cierta magia cosmológica, astronómica, en esta obra. Más que una santa, a mí me recuerda a una deidad, e incluso a la Muerte. Fascinante de cualquier modo.




Del valenciano Enrique Simonet me quedo con esta obra espectacular, en la que aparece Jesús con sus seguidores en el Huerto y al fondo Jerusalén y  el segundo templo. Hace referencia a un pasaje del evangelio de San Lucas en el que cual Jesús llora por Jerusalén (Flevit super illam: lloró por ella) al tener una visión en la que Jerusalén sufrirá graves desgracias y será destruida.



Esta obra sí es muy conocida y de hecho está considerada la mejor pintura religiosa del siglo XIX. Casi ná.

Supongo que el astro del fondo es la luna, y es el elemento que más induce esa sensación de futuro apocalipsis que pronostica Jesús. Es como si los sucesos de aparente insignificancia del mundo humano tuvieran su eco en el cosmos, que altera su apariencia para mostrar la trascendencia de las cosas que van a pasar.

¿Sabéis que está situada frente a la "Santa en oración", del disco aureolar?...Algo muy curioso...


                Por favor, mirad ese rostro, miradlo bien. ¿A qué hombre no le promueve multitud de sugerencias? Se llama “La perla y la Ola”, de Paul Baudry. Y ella por lo visto es Venus. Da igual, me fascina tanto como debió fascinar a la sociedad del París del II Imperio. Qué desnudo, que pícara naiveté. Gústesme, nena.



                Esta obra, famosa, como famoso es su autor (Zurbarán), me ha gustado también mucho. Es la “Inmaculada Concepción”. Pero atención a la otra, que es el “Martirio de Santiago”. El cuadro en sí es muy notable, pero lo que me ha encantado es el detalle de la cabeza de perro que asoma por ahí. Es tremendamente realista. ¿Un mastín, quizá?







                “Paisaje con ruinas”, de Nicolás Poussin, artista nacido en Normandía y que se convirtió en una importantísima figura en la pintura clásica francesa del siglo XVII. Aquí el autor nos otorga un cuadro de significado oculto, quizá alusivo al origen de Roma con ese sarcófago etrusco, y el horizonte de gloria de los monumentos. A mí me magnetiza tanto por la paisajística serena y los monumentos que representa como por ese aire de enigma que parece portar, y que le da un tinte onírico.


                De Poussin también, me quedo con “El Parnaso”, bella pintura que me gustó mucho más que nada por el elenco divino de la poesía que allí aparece. La descripción del Prado así nos informa:
                “Es una celebración de las Artes, especialmente de la Poesía. Apolo ofrece el néctar de los dioses a un poeta, probablemente Homero, coronado de laurel por Calíope, la musa de la poesía épica. En primer plano dos amorcillos ofrecen a los poetas el agua inspiradora que mana de la Fuente Castalia, personificada por la mujer desnuda. Inspirado en el fresco de Rafael en el Vaticano, es quizás un homenaje al poeta italiano Giovanni Battista Marino (1569 1625), mecenas de Poussin.”




                Y bueno, aquí una obra del parisiense Simón Vouet, caravaggista (seguidores de la tenebrista pintura de claroscuros de  Caravaggio) y también clasicista. La obra en cuestión se titula “El Tiempo vencido por la Esperanza y la Belleza”.



                El Tiempo (Cronos) yace en el suelo con su reloj de arena y su guadaña, vencido por las dos femeninas deidades que parecen disfrutar humillando al viejo. La Belleza (supuestamente con el rostro de la mujer del pintor) parece comunicarnos con su sonrisa y gesto que aún hay luz en la vida humana a pesar de la vejez y la muerte. Desde su báquico sonreír nos hace cómplices de la esperanza…su amiga.

                A mí me gustan mucho los paisajes bucólicos y rurales de época medieval, así que no he podido dejar de tomar nota de este cuadro de David Teniers, “Fiesta y comida de aldeanos”. Observad al aldeano de la derecha, que se apoya en el cercado de madera, menuda borrachera lleva ya.



                He advertido que se repite a menudo en este tipo de representaciones una escena típica compuesta en su mayor parte por el banquete celebrado en una aldea, y a la derecha tras un cierre una imagen de naturaleza, quizá para señalar que el cuadro urbano se enmarca en un ambiente rural.



                “Concierto de aves”. Éste, aparte de bonito y simpático, me transmite algo oculto desde la mirada del mochuelo. Parece ser que este tipo de pinturas (conciertos de aves) estuvieron de moda en su tiempo. Es de Frans Snyders, pintor flamenco de pájaros, animales varios y bodegones.

                Otra cosa que me ha llamado mucho la atención en el arte sacro es que a menudo se rompe con la idea general del tiempo. Podemos ver en un mismo cuadro a Jesús niño y a la Virgen María también en edad infantil, o a Jesús adulto y a María niña, como elementos omnímodos con los que la concepción clásica del tiempo pasa a ser relativa.

 Guillermo M.A.