domingo, 18 de septiembre de 2011
Preludio Segunda Guerra Mundial
La vieja radio a válvulas carraspea alguna nostálgica canción de Edith Piaf,
la transmisión se interrumpe, se oye como friéndose la voz de Adolf Hitler de fondo.
Indolente, infernal, amenazadora, demencial. Los corazones acongojan con monótona languidez en el espíritu.
Los bosques de Centroeuropa sostienen un silencio en suspensión, el aire huele a carne pútrida. El otoño hace caer las amarillentas hojas al patio de las casas, se arremolinan por las callejas. Los estratos grises sobre la tarde, sobre una tarde que da la sensación de querer inflamarse, sublimarse a una noche eterna.
Algo oscuro y siniestro acecha, se acerca, una entidad integrada por sombras de una crueldad inimaginable. Puedes oírlos acercarse al mismo ritmo de la marcha Radetzky.
Y entonces las bestias rubias cruzan el corredor del Danzig con su proyecto de muerte, con su maquinaria de carne y metal, de pesadilla.
Las gramíneas de los campos se mecen en una quietud que estremece el alma.
Ya se oyen truenos, en las lejanías ruidos demoníacos, gramófonos, la voz de Adolf Hitler se acerca, las bombas.
Guillermo M.A.
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