“Sabes, si nunca te ha ocurrido, es que entonces no eres buen escritor.
No pocos artistas se enamoran de sus propias creaciones. Hay algo de ego en
eso. El problema es cuando creas un personaje que te supera. Se afianza ahí, en
lo más profundo de tu pensamiento, esperando que le saques a la vida mediante
las palabras y las historias. A veces se ponen pesados, y no dejan de gritar
por las recoves de tu mente “escribe sobre mí, vamos, vamos, escribe sobre mí”.
Yo creo que, de alguna manera, ellos siempre han estado ahí. Antes de que
existiéramos siquiera. Eran como espíritus, ideas fantasmales que vagan a
través de la energía y los memes culturales. Nosotros tan sólo los interpretamos
a través de nuestras obsesiones y deseos, y los transcribimos mediante nuestra
idealización personal.”
Guillermo Méndez Álvarez en “Apuntes para una teoría de los 80”
Una simple autopista separa Downtown del barrio negro de Watts y del feudo hispano de Boyle Heights. Alguien conduce desde aquí hacia el centro de la ciudad, a través de las zonas controladas por los "Evergreen", los "Maravillas"...
Destellan los drive-in.
Como un halcón sobre la ciudad,
saliendo a cazar cada noche, Evangelina Wassertrum es un puro impulso
mecanizado recorriendo las nocturnas calles y autopistas de Los Angeles.
Su mente ordena a sus manos
moverse, y se mueven, entonces quiere mirar por el retrovisor, y su cuello se
mueve; de la misma manera, como perteneciente a un todo integrado en carne y
metal, el Plymouth Barracuda gira a una dirección concreta, acelera, frena,
bufa con exceso de RPM o va marcha atrás según su cerebro humano ordene,
transmitiendo la orden de información eléctrica a través de los circuitos de
sinapsis, los músculos, la caja de cambios, la transmisión, el mismo automóvil.
BRUUUM BRRRUMM
No importa la canción del
mariconazo filogay de Dennis Parker. Tampoco el austero interior de coche stunt
del Barracuda. Ni el casco rojo sangre adornado por un águila nazi, ni su
estética de chupa de cuero, pinchos y reverso de los Hell´s Angels. Mucho menos
su cara bonita de niña mala cuando clava la mirada en el espejo retrovisor. Y por
supuesto, el olor a hamburguesas aún impregnado en la ropa sucia que está
tirada sobre el asiento trasero, importa cero.
Su sangre es gasolina, el
movimiento del Barracuda su voluntad, y el brillo de los neones la orienta a
través de la jungla.
De alguna manera a ella le
gustan los altos rascacielos, los suburbios, las luces fosfóricas multicolor de
los cines X, los pubs, los graffitis revueltos, el boulevard tostado y el bullicio
de personajes variopintos de la vida nocturna de Los Angeles.
Podría sentirse sola. Y
podría llamar a Mary. O a David. O simplemente irse a tomar una copa a un bar.
Su cara bonita haría el resto.
Defíname
usted el concepto de soledad.
¿Por qué no buscar una presa
en alguna solitaria carretera a las afueras, y después irse a tomar unos tragos
a algún antro de los Hell´s donde seguramente escucharía a los Rolling Stones y
podría vivir pequeñas cosas extrañas que recordar con encanto cuando amaneciera
en su cuartucho de motel barato encarando la resaca y el día a día demoledor de
un país devorado por el capitalismo, y a la vez por el ansia de disfrutar la
vida.
Pero no, ella no se siente
sola. Está rodeada de millones de personas, cada una con sus locos deseos de
vivir y sus locuras y miedos y sueños, en la sobrecogedora noche de Los Angeles
de un tres de Julio de 1980. Evangelina Wassertrum nada como un tiburón de
metal a través del variado acuario de la nightlife californiana, y se siente
inmersa en un oscuro océano que irónicamente brilla con un fulgor entrañable, nostálgico.
Como si intuyera la fuerza y el carácter irrepetible de la época y el lugar
donde ella ahora existe. Suspende su mente y fluye en ese tiempo de casettes y
neones rosas chillones, a través de las calles de Los Angeles, conduciendo su
Barracuda.
Evangelina cierra los ojos y
siente las luces de la carretera, suspende su pensamiento mientras conduce con
el subconsciente y se eleva por encima de la ciudad. Entonces ahora ve a la
ciudad desde el aire, como si fuera un ojo divino que escrutara desde las
tinieblas de la noche, por entre los rascacielos, a través de ellos, pudiendo
estar en todas partes.
Un Plymouth Barracuda se
detiene en un STOP.
Evangelina abre los ojos, y
respira profundamente, aferrando con fuerza sus manos, enfundadas en guantes de
cuero con nudillos de hierro, al volante. Se siente más viva que nunca.
LUZ VERDE. El halcón despega
de nuevo.
Cada uno en este mundo tiene
su manera concreta de redimirse ante El Todo.
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