martes, 13 de mayo de 2014

Isabel Carrasco intermezzo





-Pues yo no pienso regresar a Laviana, colega.
            David hizo girar entre sus dedos el grueso vaso de cristal de su whiskey, y con la mirada perdida y el gesto hosco, lo levantó de manera brusca y se lo tragó. El vaso no volvió a la mesa sino con un violento golpe. David parecía un viejo impulsivo que no pudiera suavizar los movimientos de su brazo. En realidad se recreaba en sus ásperas maneras; todo un cowboy.

            -Aquí malvives, coño- me respondió volviendo a clavar la vista en el vaso, en una inconsciente expresión de asco de la que yo adivinaba que rumiaba algo en su interior.

            -Ya, ya lo sé- afirmé abotagado. Miré a través del cristal de la mampara de la terraza y vi la bahía de San Lorenzo, al fondo, destellando. El gentío a la solana por el paseo; paisanos jubiletas, corredores que seguro preparaban las físicas de la policía nacional, nenas de ínfulas primaverales en shorts.




            -¿Estás a mal con tus padres?- intentó averiguar David. Una camarera de aspecto cuarentón se fijó en nuestros vasos. David reaccionó tarde para pedir otro par de whiskeys -. Ah, a la mierda Jhony, apuesto que es orgullo.
            -Exacto, no vuelvo a casa de mis padres por el peso de mis negros cojones.
            David rió. Seco, desvalido de resortes auténticos para la risa. Arrugó el morro y cabeceó afirmando en silencio.
            -Verás, David, no es tan fácil. Mi curro en la hamburguesería es una mierda, prácticamente trabajo para la subsistencia, y si no fuera por Susana...
            -Bendita tu Susana- agregó David, y cogió el vaso de whiskey pero pronto recordó que lo había limpiado. Susana no iba a ser elogiada en brindis.

            -Coño, si no fuera por ella no habría manera de seguir pagando la puta renta, ¿sabes? – le expliqué. Esta vez David chistó a la camarera y le pidió dos whiskeys más -. Puede que no tengamos un duro para salir de fiesta, pero entre su curro en el pub los findes y mi trabajo podemos seguir adelante cuando llega el fin de mes.
            -Bah, subsistencia, Jhonny. Tenemos que buscar algo mejor.
            -¿Y a ti, en Laviana no te va mejor?, digo, ¿no te salen obras y apaños?
            -Bah, subsistencia.

            Reímos. Ya algo entumecidos y risueños por el calor ascendente del whiskey. La camarera cuarentona nos sirvió otros dos amablemente. El bullicio pre veraniego del paseo de la playa llegaba hasta a mis oídos algo apagado debido al alcohol. Sin embargo mi olfato parecía aumentar, recrearse en las distintas gamas de olores que percibía; el olor del cercano mar, las colonias de los paseantes, el whiskey, el aire…ese aire salvaje de la calle, de cuando llega el buen tiempo, que aturde con presentimientos de días azules pasados y futuros…

            -Laviana murió hace años ya. Bueno, al menos para la gente joven, quiero decir- y dije.
            Adoptamos expresiones adustas, reflexionando ante el inevitable cúmulo de recuerdos que esas frases nostálgicas suelen evocar.
            -La fiesta desde luego. Se siguen organizando eventos festivos y tal, pero no es lo mismo, el contexto económico no es el mismo- expresó serio David.
            -Ni siquiera la mentalidad de la gente. El Carpe Diem es un lema ya imposible. Las cuencas mineras se han convertido en un gran geriátrico tan solo sostenido por las pagas de los jubilados. El dinero ya no fluye como antes, diablos, si es que la fiesta misma ya no es lo que era.
            -Y que lo digas, Jhony. Además los chavales de las generaciones de ahora están apijotados; no hacen sino fumar yerba, cuidarse para el gimnasio, y salir a hacerse fotos para las putas redes sociales. No son los salvajes macarras que éramos nosotros.
            -Es porque no tienen pasta, David. Además mira cómo persiguen ahora el botellón en todos lados.
            -¡Y una polla!, anda que sus papis no tienen dinero ni nada, la mayoría. Y lo del botellón te informo que Barbón el alcalde es bastante permisivo con ello, ahora en La Pontona se hacen macrobotellones. Desesperado intento de atraer “la movida” de nuevo a Laviana.
            -¿Botellones junto a la biblioteca?, qué infamia- contesté riendo. Tomé un trago de whiskey y observé la gastada fachada de un alto edificio al otro lado de la plaza, donde estaba nuestra terraza. Sábanas blancas ondeaban como fantasmas cuyas manos estuvieran atrapadas en el alféizar de las ventanas. Gaviotas por aquí y por allá. Niños dando voces y corriendo. El whiskey pegando como un cabrón, fustigando los caballos del recato.
            -Hablamos ya como putos viejos, David.
            -¿Y qué somos ya, a las puertas de Mordor, con veintiocho tacos?- inquirió gracioso haciendo aspavientos mi amigo.
            -Jóvenes. No lo olvides. Seguimos siendo jóvenes.

            De nuevo la seriedad resbaló por la mesa donde tomábamos los whiskeys. Pasaron, con las tablas bajo el hombro, dos surferas altas y  morenas. Un breve silencio, y me sentí impelido a hablar, no por incómoda pausa, sino por ganas de parloteo banal.

            -¿Te acuerdas, eh cabrón, en tu BMW de paquete arriba y debajo de Laviana?, siempre de fiesta, siempre de comedia. Había trabajo en la construcción, y manaba el dinero por todos lados; que si cogemos medio de peri, que si vamos a tomar unos vinos, unos cubatas a La Pista, espichas, cumpleaños, Aquasellas, liadas por semana…Y luego toda esa banda de personajes que siempre estaba con nosotros.
            A David se le iluminaron los ojos. Comenzó a sonreír endemoniado.
            -Qué tiempos, Jhony, qué tiempos.
            -Estábamos mal de la chota, tío. No veíamos límite – dije sumido en la reflexión del pasado común. - ¿Sabes?, quizá hayamos sido nosotros los que hemos cambiado.

            Mi colega retiró la frente hacia atrás y comenzó a acariciar su barbilla y papada alcohólica, repitiendo para sí en voz baja algo ininteligible, asintiendo con la cabeza como dándome la razón.

            La fiesta había protagonizado nuestras vidas. Nos dijeron que se había nacido para disfrutar, que la vida duraba cuatro días y que cualquier otra complicación más allá de salir de fiesta era una pérdida de tiempo. Nos lo dijeron sin decírnoslo directamente, porque era algo que se palpaba en las calles, en la gente, en la cultura y la esencia de un país que vivió sumido durante unas décadas en una gran celebración y despilfarro. Continuábamos las romerías y juergas los días de resaca, animados por una constante impulsividad de querer “estar en todas”. Y eso parecía lo correcto. Pero ahora, de mano del simple impedimento económico, todo quedaba patas arriba y la vida de la mayoría de la gente se estancaba en stand by. Unos se moderaban, otros huían, y algunos persistían mientras el puto país entero era arrastrado en la resaca de la bajamar.

            -¿Y ahora qué, Jhony?- David me preguntó mirando el nublado vaso de whiskey, tocándolo con los dedos suavemente.

            Tras él, la puerta del bar de nuestra terraza estaba abierta, y al fondo del local una televisión de pantalla plana sobre un apoyo de madera daba las noticias. Hablaban del asesinado de la Carrasco esa del PP. Una fotografía de la política era mostrada mientras periodistas en pequeños recuadros comentaban nuevos informes. Cogí mi whiskey y me lo bebí de un trago.

            -¿Ahora?, ahora toca madurar David. Toca la hora de ser paisanos, de agarrar la vida por los cuernos.
            -No queda otra- me dio la razón sacudiendo en el aire el dedo índice de su mano derecha. Asentimos los dos, yo creo que sin saber muy bien lo que encerraban mis propias palabras, su significado concreto. De repente David me miró como sacudido por una revelación, boquiabierto  -. ¿Sabes?, me voy a pillar un alquiler aquí en Gijón con lo que saque de una obra de un tejado que estoy haciendo allí en la cuenca, como si he de compartir piso con estudiantes o inmigrantes o la madre que lo parió.
            -¿Entonces?
            -Que no pienso regresar a Laviana.
           
           


miércoles, 30 de abril de 2014

Ruta del Mufosu en Lena

Situada en el concejo de Lena, y partiendo del barrio La Caleya de Pola de Lena, la ruta del Mufosu es una de esas sendas verdes escondidas y poco conocidas que sorprende por ello con su inesperada belleza. Un recóndito recorrido entre bosques de avellanos, castaños y antiguos robles.


In the city of Pola de Lena, you can find the beginning of this beautiful and hidden trail. You are to walk through natural hideaways of leafy chestnuts and oak woods, following the little-flowing stream called Naredo, in the valley of the same name. 

To get there, take the highway to Lena from Oviedo or Mieres (A66), and when you arrive to the city, go towards La Caleya neighbourhood. The green trail begins close to the slaughterhouse placed in this suburb.



Passing under the bridge in the neighbourhood of La Caleya, Pola de Lena




Partimos del mencionado barrio de la ciudad lenense (cerca del matadero) para, tras pasar un puente, y llegar a la altura de Palacios, encaminar el trayecto a través de un sendero que pasa entre prados y fincas para finalmente internarse en un profundo y hermoso bosque.



Recoleto y antiguo, el barrio de La Caleya reúne en sus entrañables callejas antiguas edificaciones que conviven con hórreos y viejas casas de otro siglo

Sorprende, en esta ruta, la presencia de líquenes, musgos y las llamativas "barbas de capuchino" que cuelgan de las ramas de los árboles dando un aspecto tétrico y misterioso al bosque.

In summer, the Mofusu wood boasts intense and lustful green colors in its treetops. Nevertheless, during winter season, the forest blushes turning red like a fairy tale.

The lichen on the bark of the trees is an evidence of no pollution environment.



The blissful team, on the road again

La ruta es circular, nosotros optamos por pasar primero por la ermita de la Flor y descender por Piedracea y Tablao, ya por una solitaria y destartalada carretera secundaria.



This is a circular trail so you can decide how to do the round trip. We chose get first to the Flor hermitage, a forgotten ancient building (15th cent.) in a wood cleaning. Legend narrates that a beautiful princess called Flor was kidnapped and taken away from her lover, long time ago, and she died because of this. After, the hermitage received her name, Flor.




Ruins in the middle of the forest


La senda de Mofusu es un bello camino que transcurre por plácidos bosques de castaños y robles

Until not so very long ago the chestnut was the main component of the stews in the Asturias hamlets, before potatoes arrived.


La ermita de la Flor (siglo XV) es un bello emplazamiento donde bulle la leyenda; se cuenta que Flor, bellísima doncella de los tiempos remotos, fue raptada y separada de su amante, cayendo en pena tan grande que le hizo morirse. Desde entonces, a la construcción religiosa se le llama la ermita de la Flor.



Passing the Flor hermitage and crossing the river, your way continues going up into the deepest of the Mufosu wood. Ferns and chestnuts seem to close the path, and the forest teems with life.



El camino se complica e interna cada vez más en el bosque



The path is increasingly steep





The forest and the scrub land


Cruzaremos el puente y ascenderemos un buen rato por un recoleto y bello camino sombrío, internándonos más aún en el bosque hasta alcanzar los prados en las alturas. Allí podremos ver la sierra del Aramo en todo su impactante esplendor y la zona montañosa del Negrón, además del valle de Naredo por el que hemos subido y que da nombre al río que cruzamos más abajo.





Playing in the forest




Una abundante masa de árboles cubre casi la totalidad del apacible valle




Where the way turns into a smaller track

Finally you are to reach the meadows at the hilly top, and you´ll be able to see beautiful views of the Aramo mountain range. Here, you are to find cabins belonging to shepherds, nevertheless some of them are abandoned.

For returning, you´ve to walk down to Tablao, and then, continue down to Piedracea (if you have started the route through Palacios little hamlet).



The high meadows


Taking  a break


Cuando hicimos la ruta el otoño acababa de empezar, y en la masa boscosa ya se advertían los cambios cromáticos

The green brightness of the fields will attract your sight.




Taking advantage of the soft ground



An ancient building in the old minning railway track.

Restos de un pasado minero





Un manso valle




On the road

Cuando regresamos a Pola de Lena, como era Sábado y nos encontrábamos ociosos, compramos unos cartones de vino y un poco de coka cola para animar la noche. A pesar de estar algo cansados a causa de la ruta, pronto el vino desmadró las cosas y acabamos luego en Mieres a las tantas tomando sidras!


At the end of the journey we got drunk with supermarket wine to complete the experience!


Let´s go Saul! the adventure it´s just round the corner!



After the route, a blitzkrieg-wine Saturday party night through Pola de Lena




Una vieja carretera olvidada para un camino de vuelta a la civilización



Y allí dejamos el bosque...

The Lena lane waits for us into the deep forest...


G.M.A. 30-04-14










viernes, 25 de abril de 2014

Los meandros del Nora

Los meandros del Nora, un accidente geográfico declarado Monumento Natural en el que, con gran espectacularidad, el río Nora realiza una serie de zigzags en su avance entre las montañas, formando una serie de consecutivas eses como si de meandros  de algún río amazónico se tratara. Este singular emplazamiento se encuentra entre el concejo de Las Regueras y el de Oviedo, cerca de un pueblecito llamado Priañes y enclavado en un apacible y rústico paisaje. Al finalizar la ruta podemos pasarnos por una iglesia prerrománica, San Pedro de Nora.


Los meandros del Nora




Paisaje en torno a San Pedro de Nora

Descendiendo por un camino asfaltado que volvía a subir con mucha pendiente, veíamos a lo lejos el pueblo de Nora con la prominente iglesia, destacando sobria y robusta al lado del melindroso río. Al otro lado: el curioso Embalse del Furacón, en el cual vislumbramos lo que parecían los restos de algún viejo puente entre el agua embalsada.


El embalse del Furacón






Algún tipo de construcción para el control de las aguas embalsadas


Destacaban al fondo los restos de lo que algún lejano día fue un puente

Podíamos ver el Montsacro desde allí, y también al fondo, la rutilante capital asturiana, urbe entre montañas, enigma incómodo rodeado de naturaleza y rusticidad. Al Sur, se alzaba la imponente sierra del Aramo. Las colinas circundantes, infestadas de tojos y zarzas, parecían hervir con la canícula, asomando voluminosas nubes blancas tras sus cimas.

Priañes, el pequeño pueblo al que llegamos cruzando un hermoso parque lleno de pinos y juncos. En éste nos detuvimos un tiempo, sacando fotografías a los bellos estanques de mansa agua verdosa,  repletos de ranas tomando el sol sobre hojas acuáticas. Me llamó especialmente la atención una estatua de Arturo Fernández que había por allí. Dejamos pueblo y parque a nuestras espaldas y ascendiendo nuevamente por un pequeño camino, acudimos al mirador de los meandros, lugar donde merendamos mientras disfrutábamos las magníficas vistas de las sinuosidades del Nora, cuyas riberas aparecían atestadas de árboles y matas.



Tomando la solana sobre alguna especie de nenúfares



Parque de Priañes





Estatua de Arturo Fernández






El mirador de los meandros del Nora


Discurría allí abajo, el Nora, entre exuberantes riberas de profusa vegetación

El cielo tornaba su azul puro a un color añil algo más nostálgico y apagado. Fresca brisa removía el aire caliente y hacía ondearse a las ramas de los sauces de las orillas del voluminoso y oscuro Nora, cuya superficie aparecía moteada de hojas naufragadas que descendían con sus aguas. Aguas que, no muy lejos, confraternizarían con las del insigne Nalón.


San Pedro de Nora. Rectitud, fuerza y pétrea sobriedad era lo que aquella construcción transmitía al visitante


En una jamba del vano, la inscripción de Fáfila, hijo de Pelayo




Ábside derecho con bóveda de cañón. Ante la cámara, un antiguo arcón de madera rescatado del río.



Cristo a la altura de la cámara supraabsidial


Capilla de la nave central. Pequeño edículo.


Pila bautismal


Nave central flanqueada por arcos de medio punto 


Tuvimos la suerte de encontrar a una señora que nos enseñó el interior de la iglesia y nos relató antiguas historias del lugar.
Recuerdo el relajante olor, mezcla de humedad, madera e incienso, que reinaba en la iglesia. La tamizada luz del atardecer se filtraba por las celosías, iluminando las naves con un brillo nostálgico. La anciana nos enseñó detalladamente el interior de la construcción, hablándonos de una enorme pila bautismal que allí había así como de un arcón de madera hecho polvo, el cual había sido recuperado del fondo del río Nora hacía unos años, pues en la guerra civil el templo había sido derruido en parte y algunos de los bienes acabaron desperdigados por las riberas fluviales.

Nos habló de los Antiguos Reyes, de aquellos sucesos casi legendarios enterrados en las nebulosas del Tiempo y la Historia, de  Alfonso III El Magno y de su esposa doña Jimena, que habían donado la iglesia a la catedral de Oviedo en el año 905, así como de Fáfila, hijo de Pelayo y cuyo nombre aparecía grabado en la piedra de un vano, y también nos enseñó unos planos sobre la construcción de la iglesia muy antiguos; anteriores, según narraba, a la reconstrucción moderna del arquitecto Luis Menéndez Pidal.

-Y por si no lo sabéis, ahora mismo estáis pisando tumbas, porque alrededor de la iglesia había un cementerio – nos explicó la anciana, mientras caminábamos fuera del prado, con cierto aire sombrío como un narrador infantil que contara historias de terror de Poe -. E incluso el suelo de la iglesia, que comunica con las catacumbas y el alcantarillado, contiene enterramientos de personas cuyos nombres han quedado perdidos ya para siempre por el tiempo…



La apacible ruta discurre junto al melindroso Nora durante algunos tramos






Central hidroeléctrica







Senderos solitarios que atravesaban praderías, bosques, riberas...





El aire del atardecer y el declinar del sol removían los bosques...



Caía la tarde. Al fondo, imperturbable, la iglesia prerrománica.

Cogimos el último tren de vuelta a Oviedo, esperando en el solitario apeadero de San Pedro, que para colmo llegó casi una hora más tarde de lo habitual, cuando ya la noche teñía todo de negro como un calamar cósmico y el olor de la hierba refrescada bullía en el aire.

G.M.A.