martes, 20 de diciembre de 2016

Millennium actress, una película de ensueño

La primera media hora de esta película me la pasé preguntándome ¿pero esto qué es? ¿Qué confusión y barahúnda de subtramas, saltos temporales, líneas argumentales, etc.  es ésta?

Pero era una película del inolvidable Satoshi Kon, mente privilegiada del anime japonés, y como respeto a este genio me esforcé en dedicarle al visionado del largometraje una atención más receptiva y comprensiva. Pronto capté la esencia del filme y me di cuenta que tras la estrambótica y peculiar puesta en escena había una enorme y sencilla historia y una entrañable profundidad lírica.

Hay que subrayar que esta película no muestra embarullamientos baratos, ni reviste de oropel y complejidad innecesaria su argumento, pero no se puede interpretar al pie de la letra lo que muestra en sus escenas por tanto que gran parte del filme se mueve en el alegórico terreno de las metáforas, en un constante correteo por la realidad, el mundo de los sueños y la ciencia ficción.


Vamos, que al final me acabó enganchando su ritmo de reflexiva seriedad y la fascinante historia que cuenta, y el final me pareció uno de los más emotivos de toda la historia del cine...

La historia en sí va sobre un par de reporteros (Tachibana)  que acuden a una apartada y solitaria casa en lo alto de un monte para entrevistar a una antigua estrella de cine (Chiyoko)  que lleva muchos años en el anonimato tras su retirada del celuloide.





La actriz, ya anciana, comienza así el relato de su propia vida, que va desgranándose entremezclado con las épocas y situaciones de los filmes que protagonizó.

Y es en la manera de contar su historia con lo que se desmarca del resto de películas parecidas, porque mientras se nos narran los sucesos vitales de la actriz, acontece toda una serie alucinante de traslados por las diferentes épocas de Japón y de la propia vida de la actriz, y además incluso  los dos reporteros se internan en la trama narrativa, convirtiéndose en unos personajes que ven en primera persona los acontecimientos y participan e interactuan con la actriz.
Y es aquí donde el espectador debe estar atento (más dispuesto el corazón que los procesos reflexivos del cerebro) para ir entendiendo que lo que no es sino una hermosa alegoría sobre el sentido último de la existencia humana.



La vida real de la actriz, la ambientación de sus películas y los sueños y anhelos de la misma llegan a desubicarnos en algún momento, pero la trama sigue clara y concisa: la desesperante búsqueda de la protagonista de un hombre misterioso que conoció en su adolescencia y que le regaló una llave. El hombre era miembro de la resistencia japonesa al gobierno militar de Tojo, en los turbulentos y crueles tiempos de la segunda guerra mundial y la hambruna post-bélica (ciertos pasajes recuerda a la dantesca pero hermosísima La Tumba De Las Luciérnagas). Pero la joven actriz nunca más vuelve a verle...

Personalmente he sentido en esta película esa desesperanza vital, que sublima casi en locura, que emanan películas como Brazil, o Forrest Gump (recordemos que es la historia de toda una vida).






SPOILER !!
Hay algo muy, muy personal en lo que me identifico con esta obra maestra de Kon; y en ello me congracio con el dramático Tachibana, con el que comparto esa casi surrealista obsesión por una especie de amor platónico.
Además, el mensaje final de la película "Ya da igual volver a verle o no, al fin y al cabo, con lo que disfrutaba era buscándole" me ha llegado por estos motivos personales. Pues sí, al fin y al cabo, era esa incesante búsqueda lo que mantenía a una anciana Chiyoko de más de 70 años con el corazón aún alegre y joven.





Todo el derroche de imaginación y la entrañable trama que componen la película quedan rematados con una banda sonora que sin duda alguna es de las mejores que ha podido tener un filme en la historia del cine (no sólo japonés). Y es que, claro, estamos hablando de Susumu Hirasawa, autor de la BSO de Paprika y Paranoia Agent (parade).




BSO de Paranoia Agent




Es muy triste saber que el genial maestro de esta obra irrepetible se ha ido para siempre. Satoshi Kon, creador de Paprika, Tokyo Godfathers, Perfect Blue y la mencionada serie onírica de Paranoia Agent. Se murió joven, y apenas se compone todo su legado de estas películas. ¡Qué grandes obras le quedaron por crear, estoy seguro de ello, Satoshi Kon!
Cuando acaba la película recorre a uno esa emocional sensación sobre la levedad de la vida, sobre la persecución de los sueños a pesar de la desesperanza. Porque eso es, "al fin y al cabo", la vida.  Y eso es esta película.

-Lo peor:
Que seas lo suficientemente iluso como para ignorarla solamente porque sea cine de animación.





lunes, 20 de junio de 2016

Diario de un funerario: parte V - Ángela

Era una bochornosa tarde de verano, de estas de calor pegajoso con visos de tormenta inminente. Y también era mi segundo día trabajando en la funeraria, o el tercero. Bueno el caso es que allí estaba, a las puertas del cementerio de Pola Siero,  con mi  jefe, que no hacía sino maldecir por el calor, por los truenos lejanos, por la llave que no abría la puerta y hasta por su madre por haberlo traído al mundo.

-Cagon hasta en la ¡puuta! que…pario esta llave cooooño.

-Buf, vaya calor que hace- dije sofocado.

-Aaaaay hombre, pasa pacá – me mandó indiferente mientras abría la puerta chirriante.

-Paso- y entramos en el cementerio.




-A ver, mira atiende, esa chavaluca que ta ahí…ahí hombre coño…ye la enterraora, ta pa los entierros de parroquias fuera de Pola de Siero.

-Ah, y pa les de Pola Siero entonces…?- pregunté a mi jefe, que subía cansado la cuesta entre las tumbas formándosele una gran V de sudor en la camisa azul.

-Manolo, dijetelo ya, pa los entierros de aquí, Manolo.

-Manolo- repetí como un tonto.

-¡Moza! Ésta se llama Ángela, y ye de Mieres. Pero de bromes con lo de “tienes perru” nada eh? ¡Ángela!  -. Mi jefe me miraba muy serio, pareciéndome cómica la exageración de su advertencia - ni se te ocurran las bromas con ella, ¡Ángela, rediós, atiende!

La tía en cuestión, de espaldas a nosotros, estaba allí en lo alto del cementerio con un sucio mono azul dándole al laboreo de la pala. Cuando llegamos a su altura, clavó con brío la herramienta en un montón de tierra y empezó a quitarse los guantes.

Me cago en la creación, murmuré al verla cuando se giró hacia nosotros, pues no estaba yo sino contemplando el rostro femenino más extraño, y para mí más bello, que había visto en la vida.

Ciertamente muchos discreparían de mi impresión sobre aquella tía, señalando el toque andrógino que se insinuaba en alguna parte de su cara, pero a mí aquella faz de feroces ojos claros, palidez extrema con ojeras y pómulos marcados de tía macarra me cautivó.
 Me era tan inexplicablemente familiar…




-Esti ye el rapaz que acaba de empezar a trabajar con nosotros, Ángela…chst… cagon hasta en diez muyer, no fumes aquí…- la regañaba  tímidamente mi jefe, y ella, ignorándole por completo con el cigarro medio cayendo de sus labios, me tendió la mano.

La cabrona tenía una mano de hielo, muy fría. Más fría aún que la de los dos pobres desgraciados que yo había amortajado el día anterior en el sótano del velatorio. Ella sonrió veladamente al advertir mi sorpresa, y recogió su melena hacia atrás dejando despejada una frente blanquecina, manchada con polvo de tierra.






En estas que nos quedamos así, en incómodo silencio, la tormenta que barruntaba desde el cielo de Noreña produce un trueno bárbaro que retumba cavernoso por los vacíos pasillos de los nichos. Se levanta un fresco viento que remueve el aire caliente y las flores secas de los entierros de días pasados. Pasan cuatro, cinco segundos.

-Bueno… chavalín, espero que te lleves bien con esta fichaja, que estos enterraores vas tratar mucho con ellos, y dan mucho guerra – cortó el incómodo silencio mi jefe, intentando bromear nervioso. El esquema de jerarquía no iba mucho con aquella Ángela, y él lo sabía; maldita sea, pensé, es como si el jefe estuviera algo acojonado con ella.

-Seguro que nos llevaremos bien- contestó Ángela, al fin, con voz glaciar y relajada, apoyando las manos y la barbilla sobre el extremo de la pala, mirándome.

Y volví a fijarme en aquel rostro, y, de manera inexplicable, sentí una multitud de sensaciones diversas al mismo tiempo; algo así como la efervescencia de mil veranos de vino y festival, la libertad feroz de una interestatal norteamericana, el hormigueo nervioso de las primeras veces con las drogas, el ansia desatado de morder la vida como una inquietud hace mucho olvidada, el sobrecogimiento de acabar el instituto, el enrarecido presentimiento cuando entras en una mansión abandonada, en definitiva la maldita impresión de vivir en un genial sueño.

Ella me estaba apretando algún jodido botón en alguna parte perdida de mi subconsciente. Sus ojos se tornaron amarillos, con un brillo ambarino...No pareciera sino que el terror recorriera mi médula espinal como una mano juguetona un piano. Miedo y alegría bailaban por mi espinazo hasta lo más oscuro de mi psique. 



De repente nos corta a los tres el tono de un móvil, "She sells sanctuary". Qué oportuno. Lo cojo, y mientras hablo por él, y Ángela con mi jefe, intercambiamos miradas. Yo, miradas de fascinación; ella, miradas de "ya verás las cosas que te van a esperar aquí". 

         Podría decir que ahí empezó todo, que ahí comenzó todo el lío, conociéndola de aquella manera,  pero lo cierto era que yo ya llevaba años soñando con Ángela…

Guillermo M.A.

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Diario de un funerario, author : Guillermo M.A.