miércoles, 24 de abril de 2019

A propósito de Ángela






En la crítica literaria española hay siempre una tendencia fatídica a analizar obras nuevas bajo la perspectiva analítica que observa a las presentes o pasadas.
Así, todo gesto innovador, atrevido y lleno de potencias se le condena como una extraña complejidad, la cual surge de esa comparación constante con las obras "de moda", las cuales resultan de una superficialidad insoportable para el espíritu inquieto.




Mi libro no es extraño, mi libro no es tan complejo, y mi libro tampoco crea que sea muy innovador (otra cosa sea que los poetas norteamericanos sean casi desconocidos por completo en España), pero sí que atreve líneas poéticas diferentes.


Diferentes, claro está, a lo que escriben por ejemplo tantos poetas "influencers" de Instagram, autentica poesía ñoña y rancia, que se almibara con clichés de vulgar sexualidad para que los lectores que lo lean no caigan en bostezos.


A veces pareciera que esa poesía no fuera sino un surtido plastificado de frases de automotivacion para mujeres en plena crisis de los 40. O directamente, para indigentes mentales, rediós.
Uno es consecuente hasta el final y sabe que escribir con sinceridad, vagar en la metafísica y anunciar a una entidad mesiánica llamada Ángela es dar a luz un libro que no podrá ser pasto de colmenas u hormigueros.


Angela es un libro entregado a la lotería de un descubrimiento de aquí a, cuanto menos, cien años. Está destinado al polvo de las bibliotecas, al anonimato en la sociedad histérica. Y a rumorear con una expresión cósmica que quizá alguien quiera en el futuro saber quién era Ángela o, simplemente, que sentíamos los que vivimos la debacle existencial del siglo XXI en las putas cuencas mineras.


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