viernes, 15 de mayo de 2015

Like an eagle - (An angel rides at midnight II)



“Sabes, si nunca te ha ocurrido, es que entonces no eres buen escritor. No pocos artistas se enamoran de sus propias creaciones. Hay algo de ego en eso. El problema es cuando creas un personaje que te supera. Se afianza ahí, en lo más profundo de tu pensamiento, esperando que le saques a la vida mediante las palabras y las historias. A veces se ponen pesados, y no dejan de gritar por las recoves de tu mente “escribe sobre mí, vamos, vamos, escribe sobre mí”. Yo creo que, de alguna manera, ellos siempre han estado ahí. Antes de que existiéramos siquiera. Eran como espíritus, ideas fantasmales que vagan a través de la energía y los memes culturales. Nosotros tan sólo los interpretamos a través de nuestras obsesiones y deseos, y los transcribimos mediante nuestra idealización personal.”

Guillermo Méndez Álvarez en “Apuntes para una teoría de los 80”



Una simple autopista separa Downtown del barrio negro de Watts y del feudo hispano de Boyle Heights. Alguien conduce desde aquí hacia el centro de la ciudad, a través de las zonas controladas por los "Evergreen", los "Maravillas"...
Destellan los drive-in.

Como un halcón sobre la ciudad, saliendo a cazar cada noche, Evangelina Wassertrum es un puro impulso mecanizado recorriendo las nocturnas calles y autopistas de Los Angeles.

Su mente ordena a sus manos moverse, y se mueven, entonces quiere mirar por el retrovisor, y su cuello se mueve; de la misma manera, como perteneciente a un todo integrado en carne y metal, el Plymouth Barracuda gira a una dirección concreta, acelera, frena, bufa con exceso de RPM o va marcha atrás según su cerebro humano ordene, transmitiendo la orden de información eléctrica a través de los circuitos de sinapsis, los músculos, la caja de cambios, la transmisión, el mismo automóvil.  


BRUUUM BRRRUMM




No importa la canción del mariconazo filogay de Dennis Parker. Tampoco el austero interior de coche stunt del Barracuda. Ni el casco rojo sangre adornado por un águila nazi, ni su estética de chupa de cuero, pinchos y reverso de los Hell´s Angels. Mucho menos su cara bonita de niña mala cuando clava la mirada en el espejo retrovisor. Y por supuesto, el olor a hamburguesas aún impregnado en la ropa sucia que está tirada sobre el asiento trasero, importa cero.
Su sangre es gasolina, el movimiento del Barracuda su voluntad, y el brillo de los neones la orienta a través de la jungla.
De alguna manera a ella le gustan los altos rascacielos, los suburbios, las luces fosfóricas multicolor de los cines X, los pubs, los graffitis revueltos, el boulevard tostado y el bullicio de personajes variopintos de la vida nocturna de Los Angeles.

Podría sentirse sola. Y podría llamar a Mary. O a David. O simplemente irse a tomar una copa a un bar. Su cara bonita haría el resto. 
Defíname usted el concepto de soledad.

¿Por qué no buscar una presa en alguna solitaria carretera a las afueras, y después irse a tomar unos tragos a algún antro de los Hell´s donde seguramente escucharía a los Rolling Stones y podría vivir pequeñas cosas extrañas que recordar con encanto cuando amaneciera en su cuartucho de motel barato encarando la resaca y el día a día demoledor de un país devorado por el capitalismo, y a la vez por el ansia de disfrutar la vida.

Pero no, ella no se siente sola. Está rodeada de millones de personas, cada una con sus locos deseos de vivir y sus locuras y miedos y sueños, en la sobrecogedora noche de Los Angeles de un tres de Julio de 1980. Evangelina Wassertrum nada como un tiburón de metal a través del variado acuario de la nightlife californiana, y se siente inmersa en un oscuro océano que irónicamente brilla con un fulgor entrañable, nostálgico. Como si intuyera la fuerza y el carácter irrepetible de la época y el lugar donde ella ahora existe. Suspende su mente y fluye en ese tiempo de casettes y neones rosas chillones, a través de las calles de Los Angeles, conduciendo su Barracuda.

Evangelina cierra los ojos y siente las luces de la carretera, suspende su pensamiento mientras conduce con el subconsciente y se eleva por encima de la ciudad. Entonces ahora ve a la ciudad desde el aire, como si fuera un ojo divino que escrutara desde las tinieblas de la noche, por entre los rascacielos, a través de ellos, pudiendo estar en todas partes.

Un Plymouth Barracuda se detiene en un STOP.

Evangelina abre los ojos, y respira profundamente, aferrando con fuerza sus manos, enfundadas en guantes de cuero con nudillos de hierro, al volante. Se siente más viva que nunca.
LUZ VERDE. El halcón despega de nuevo.


Cada uno en este mundo tiene su manera concreta de redimirse ante El Todo.



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